Un Apoyo Invisible

Todos mis campos fueron fértiles,
sembrados de ilusiones y esperanzas;
mis días, invariablemente verdes.
En mi cielo transparente y celeste
manadas de corderos correteaban,
a los rayos del sol le coqueteaban
hasta quedar dormidos en la luna;
con el alba, volvían a sus andadas...

Sin avisar, un día el cielo claro
con arreboles se fue maquillando,
los corderos su juego refrenaron,
las verdes mañanas palidecieron.

Sola en el valle me quedé llorando,
en un mundo oscuro y despoblado,
muchas aguas inundaron mis campos,
mis sueños, todos, fueron arrasados;
en el sopor de aquella pesadilla
un rayo de luz rozó mi mejilla,
Dios con su amor, oxigenó mi vida.