martes, 27 de marzo de 2012

La Vía Dolorosa

Del Enlosado de la fortaleza Antonia
al monte de la Calavera,
un intrincado laberinto de callejuelas
estrechas, empedradas y empinadas,
dibujan la Vía dolorosa.

El Maestro, en idas y venidas
la recorre agonizante,
atado, azotado, golpeado,
su rostro desfigurado
sin ninguna belleza ni esplendor...

Nueve horas de gran angustia
yendo de Herodes a Pilato,
parece ya no tener fuerzas,
ha sido una noche de torturas sin fin,
interrogatorios, caminatas y golpes.

El sudor mezclado con la sangre
empapa su túnica, que se pega a sus llagas.
Los ojos hinchados, ya no irradian
la dulzura de su mirada.
El Maestro se siente como quien está
a punto de ahogarse en profundas aguas.

Nadie siente compasión, nadie evoca sus prodigios
y como cordero manso se encamina al matadero
escarnecido por sus angustiadores.
El verdadero Rey es coronado de espinas,
 con su cuerpo desnudo es clavado en el madero,
como símbolo de la vil humillación.

Mientras, aquel pueblo ingrato
por el que su vida entregaba,
celebra la víspera de la Pascua
en medio de un ambiente festivo.
 Juzgaron y condenaron al que vino a salvarles,
a Aquel que su vida entregó para perdonarles.

Y a más de dos mil años
la historia se repite y los insensatos
lo acusan, lo condenan y vuelven a crucificarlo,
aun sabiendo que Él es el Rey...
Señor de señores, y que fuera de Él,
no hay ni esperanza ni salvación.



martes, 20 de marzo de 2012

¡GRACIAS!

Exiliados del campamento
por las marcas de su cuerpo,
una cueva era su aposento,
y su comida, la de los cuervos.

Llevaban en su alma cansada
las marcas del desprecio...
Pero un día por la aldea olvidada
presuroso pasaba el Maestro
y los diez leprosos gritaron de lejos
¡Jesús, queremos ser sanados!
Y fueron limpios todos ellos,
mas sólo uno, el samaritano,
al Rabí, con su rostro postrado
en tierra, dio las gracias.

Los otros nueve, más humanos,
de la especie de las masas,
creyendo merecer toda gracia,
siguieron su camino, limpia su carne,
pero con la ingratitud afeando su alma.

jueves, 15 de marzo de 2012

¿Qué sería de mí?


¿Qué sería de mí,
sin tu presencia en mi vida?
No encontraría refugio
cuando la injusticia me lastima.
Mis lágrimas no subirían
al Trono de la Gracia
y en la tierra morirían.

¿Qué sería de mí,
si por un instante tu mente divagara
y mis huellas perdieras?
Me tragaría la montaña...
me perdería entre las aguas blancas,
del caos sería esclava.

¿Qué sería de mí,
si en mis tropiezos, tu amor
no me levantara?
¿Si en mis noches atribuladas
tu canto de amor callaras?

No imagino mi vida sin Ti...
¡Gracias por amarme así...
con amor eterno y perfecto!

martes, 13 de marzo de 2012

Mi camino


Cual agua clara de arroyo
que atrás va dejando
piedras paisajes y momentos,
van mis pasos indemnes
hollando obstáculos,
antagonismos y fracasos.

Cada nueva pisada es un triunfo
que pasa debajo del arco del pasado,
que yace desvalido.
Mientras yo, con nuevas fuerzas
sigo avanzando, con la certeza
de que la luz que me guía
va delante, ahí apunta mi mirar.

No existe en mi camino
punto que esté demasiado lejos,
con pausas o premuras,
en el momento exacto llegaré.

jueves, 8 de marzo de 2012

Mujer


Eres la cúspide de la creación,
del océano, la insondable profundidad,
del cielo, la altura de la santidad,
del amor, la delicada inspiración.

Eres la sal que preserva y da sabor,
la  luz que guía y purifica,
más preciosa que la cornalina,
radiante y única como el sol.

Eres la fuerza invencible,
palmera que se yergue en la tormenta,
la sabiduría que al alma hermosea,
la inteligencia por la que todo subsiste.

Eres la fe, la esperanza y la certeza,
que lucha con denuedo y sin tregua
para vencer los obstáculos y alcanzar la meta;
de los tiempos, primavera que renueva.

Eres aurora, nueva en cada amanecer,
la vida por la que el mundo existe;
todas las cosas y virtudes sublimes
no por casualidad tienen nombre de mujer.



¡Feliz día a todas las mujeres del globo!

martes, 6 de marzo de 2012

El hombre que llora

Dichoso el hombre que llora,
no el que lamenta sus errores,
sino aquel que el bien añora
cuando la injusticia causa horrores.

Dichoso el hombre que llora,
no por el bien que no recibe,
sino por el que no perdona
y al enemigo con odio resiste.

Dichoso el hombre que llora
por el poco bien que ha hecho,
haciendo de la espera demora,
al que ha buscado en él consuelo.

Dichoso el hombre que llora
para agradecer a Dios su gracia
y sin pena al Creador adora,
sin el machismo que es falacia.